'Al rock lo han dejado de llamar rock para vender artistas pop'
Elkin Ramírez, vocalista y fundador de Kraken habló con ELTIEMPO.COM.
Una de las bandas más emblemáticas de la escena del rock colombiano es, sin duda, Kraken. Fundada en 1984 en Medellín, participante en tres ocasiones en Rock al Parque –en una ocasión junto con la Filarmónica de Bogotá–, ha sido referente para el movimiento del rock en Colombia. Se podría decir que su líder, vocalista y fundador, Elkin Ramírez, es sinónimo de Kraken. De la formación inicial solo queda él, quien es un hito para el movimiento roquero en el país.
El cantante habló con ELTIEMPO.COM sobre la actualidad del género, de cómo ha afrontado los casi 30 años de carrera artística y de su amor por la música clásica.
¿Cómo se ha comportado la escena del rock nacional con Elkin Ramírez y con Kraken?
A pesar de lo difícil que es hacer rock en Colombia, Kraken ha trabajado durante todos estos años de manera consecuente, honesta, como debe ser. Ha habido momentos difíciles, y los seguirá habiendo, pero también hemos tenido otros muy placenteros y de mucho poder de convocatoria y de trascendencia, gracias a un público que siempre ha estado ahí. No dependemos de los fans de los ochenta, que muchos de ellos ya ni siquiera escuchan rock, sino que hemos sido generacionales y, a través del tiempo, nuevo público se ha capturado y eso nos ha permitido llegar hasta este momento como abanderados.
¿Cuál es la diferencia entre esos ‘fans de los ochenta’ y los nuevos?
Afortunadamente, ahora hay una “democratización” de la información y lo que son las redes sociales, que es donde nosotros nos estamos apoyando hace ya algún tiempo, que nos permiten estar más cerca de nuestros seguidores. El que sabe de la importancia de las redes sociales las utiliza para, directamente, estar en contacto con su público. En los 80 y los 90 no se tenía esa fortaleza y se dependía de lo que los medios de comunicación convencionales decían sobre qué escuchar, qué ver, qué existía o qué se ignoraba. Las nuevas tecnologías nos han ayudado a regenerar nuestro público y es más fácil llegarles a través de Internet. Esto lo están haciendo muchas agrupaciones en el mundo y, si lo aprovechamos de manera inteligente, nos seguirá dando frutos.
A pesar de tantas ‘renovaciones’ en Kraken, siempre ha estado ahí Elkin Ramírez. ¿Se podría decir que Elkin Ramírez es Kraken y que Kraken es Elkin Ramírez?
Lo que pasa es que todo proyecto, en este caso artístico, musical y roquero en nuestro país, debe tener una persona terca y convencida de lo que se está haciendo, que no solamente esté con el afán de la fama y el reconocimiento. Que la gente ahora identifique a Elkin Ramírez como Kraken o viceversa es algo que queda en manos de los seguidores o de los medios, pero no soy yo quien lo deba manejar. Me ha tocado ser el líder desde que, voluntariamente, aquellos con quienes inicié la banda se fueron retirando por razones personales, nunca por disgustos o problemas internos, y dejaron de creer en el proyecto, y llegó un momento en el que me quedé solo. Desde el principio yo era un motor fundamental en la banda, y lo que tocó hacer en el momento lo hice y lo he seguido haciendo con convicción. Esto, con el pasar de los años, se va volviendo más importante porque los compromisos son más grandes y se va dejando un legado, que es lo más importante para un artista.
Pero a pesar de esos años usted conserva el mismo ‘look’, el mismo estilo. ¿Cómo ha sentido el paso del tiempo?
Yo siento que no soy el mismo de hace treinta años, eso sería una gran mentira, porque el cúmulo de conocimientos que uno va adquiriendo a través de los años es lo que te va fortaleciendo como ser humano. La apariencia de cabello largo es algo que uno decide y va de acuerdo con la identidad que logra obtener como persona, sea uno reconocido o no. Me gusta ser como soy y hacer las cosas que me propongo, sin olvidar que Elkin Ramírez es una persona que tiene derecho a su intimidad, a su integridad, a ser quien quiere ser aparte de lo que hace como roquero. Yo me siento muy bien, me siento identificado y, cuando me miro al espejo todas las mañanas, tengo el problema de preguntarme: ‘Bueno, ¿quién soy yo?’. Afortunadamente tengo la posibilidad de cerrar los ojos y estar convencido de que hay una fortaleza interna, y lo que veo en el espejo es coherente con todo lo que me he permitido vivir.
En el campo musical usted ha enfocado sus letras en lo social. ¿Siempre ha tenido esa preocupación?
Es algo que decidí hace muchísimos años, porque era una falencia de las bandas que existían cuando empecé a hacer ‘rock and roll’ a inicios de los ochenta. Había un pacifismo y una explosión de una temática social que para mí siempre ha sido importante. Siempre he creído que cuando escucho música no solo su arquetipo o estructura debe sensibilizarme, sino también el contenido temático. Me eduqué escuchando música social y esos contenidos fortalecen. Lo que un artista tiene que decir es bueno cuando lo sabe decir y se convierte en un aporte a un movimiento, como en estos momentos es el rock en Colombia.
¿Cómo ve el momento actual del rock colombiano?
Creo que estamos en un círculo repetitivo, solo que tenemos el aporte de las nuevas tecnologías y con mejor producción. Muchas agrupaciones piensan que están inventando una nueva tendencia, como lo es el recurso de incluir folclor colombiano. Eso ya se hizo en los 60, con Los Flippers, Los Speakers, Columna de Fuego, Siglo 0, Génesis. Ojalá que la gente investigue, que es lo que les está faltando a los roqueros en nuestro país. Hay agrupaciones dedicadas que tienen un recorrido, se han fortalecido y le han dado una coloratura muy especial al movimiento; y otras que son muy aleatorias, que dependen de lo que muchos roqueros hacemos para ver ellos en qué momento pueden, con el seudónimo de roqueros, lograr algo. No tengo nada en contra de ninguna expresión estética, pero sí noto que hay unos que están tratando de pescar en río revuelto y otros convencidos de lo que hacen. Todo esto es importante, unos que se esfuerzan y otros que son dependientes. Con los festivales que se hacen en Colombia, las nuevas generaciones y los nuevos proyectos, el rock nacional está muy fortalecido y es muy creíble en este momento.
Ya que toca el tema de Rock al Parque, ¿qué piensa del festival que lo recibió a usted por primera vez en el 97 y de las últimas críticas que ha recibido?
Kraken estuvo en 1997 en la Media Torta, a donde llegué con una alineación de acople, buscando nuevos músicos para una nueva etapa de la banda; lo mismo me pasó en el 2004, al celebrar los 20 años, pero ya en el parque Simón Bolívar, y por último estuvimos en el 2005, con Kraken filarmónico. Yo siento, respecto al festival, que el esfuerzo de todos es grande, y creo que estos escenarios son para bandas emergentes porque no hay otra forma de mostrarse. No se puede negar ni ocultar el esfuerzo que la organización hace todos los años para que el evento no desaparezca. Lastimosamente, hay que tener algo muy en claro: si se llama Rock al Parque, creo que hay que ser radical y lo que debe presentarse es rock. Parece ser que cuando se habla de rock la filosofía es revolver de todo porque hay que gastar un presupuesto o mostrar de todo por la filosofía de tolerancia, del respeto, etc. La gente le ha dado la espalda, no porque no crea en el festival, sino porque no se está siendo honestos titulándolo Rock al Parque cuando no se presentan bandas netamente roqueras. Esa, creo, es la única falencia y la única queja, pero malas intenciones nunca ha habido y nunca habrá.
¿Cómo fue la experiencia de Kraken Filarmónico y qué significó para el rock nacional?
Fue un reto. Cuando componía mis primeras canciones siempre me imaginaba a Kraken orquestado por una filarmónica o una sinfónica. En este caso fue con la Filarmónica de Bogotá, que es una institución del Estado, que nos pertenece y que hace un gran esfuerzo económico todos los años por sostenerse. Entonces, lo que se hizo fue sacarla de allá, de su círculo y ponerla en Rock al Parque frente a un público netamente roquero o metalero, que fueron los que asistieron ese día; no salseros ni vallenateros, fueron metaleros, roqueros o como los quieran llamar, porque al rock lo dejaron de llamar rock cuando a la industria de la música le convino utilizar el término para vender el nombre de artistas pop. Además, yo me eduqué con música clásica y sigo escuchándola, a Chopin, Mozart, Beethoven, porque la música es una sola.
No quise copiar a bandas como Deep Purple, Kiss o Metallica. Por eso lo hice con los baluartes que había acá en Colombia, en este caso con la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Fue un gran logro que se pudo cristalizar en un álbum, y somos de los pocos roqueros latinoamericanos que nos podemos dar el lujo de tener un proyecto de ese nivel. Esto habla no solo por Kraken, sino por la culturización y desestigmatización del rock colombiano. Ya la gente mira distinto a Kraken, a pesar de sus prejuicios y su negación de que el rock hace parte de una culturización mundial.
¿Se lanzaría de solista?
Yo creo que si me queda grande con Kraken, ¿para qué me voy a poner a hacer otras cosas? Me siento muy contento y nunca me ha interesado el protagonismo ni lograr un proyecto independiente solamente para buscar un ‘boom’ publicitario, sonar por la radio dos o tres temas y convertir esto en un circo. Yo veo esto a través de un lente muy diferente y me siento muy contento con lo que Kraken me ha dado como músico, como persona y como artista. Elkin Ramírez no saldrá de Kraken y seguirá ahí como cantante, compositor y líder.
ANDRÉS RIVERA MEJÍA
REDACCIÓN EL TIEMPO